El mentiroso

Texto publicado originalmente en el Taller de escritura creativa nº 42 de Literautas, pulsa aquí para ver las bases del taller y los escritos de otros participantes.

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En la psicología existe una patología secundaria denominada “in personati mendacium”(si usamos un diccionario de latín podemos traducirlo literalmente como “las mentiras de la mentira”).La sufren los mentirosos compulsivos cuando éstos son capaces de hacer o decir cualquier cosa para continuar con su farsa constituyendo incluso un peligro para ellos mismos o para su entorno. El descontrol de esta patología asociada puede tener consecuencias terribles para el paciente y su entorno.
Por ejemplo, son capaces de lesionarse para hacer creíble el haber sufrido golpes o incluso matar para fingir que se defendían.
Trabajaba en servicios sociales realizando acompañamiento, evaluación y seguimiento de niños con diversos problemas y mi último caso se llamaba Carlos.
Era un pequeño de seis años con múltiples problemas, quizás el más grave, ser un mentiroso compulsivo llegando hasta el punto de crear una verdad tan elaborada que resultaba imposible discernir la realidad de su situación.

Sus mentiras se centraban siempre en la figura del hermano. Quien, como pudimos saber después de una sencilla investigación, contaba con meses de vida cuando el comportamiento de Carlos empezó a constituir un problema.

Según Carlos, su hermano era el responsable de toda clase de actos contra su entorno o persona. Un cuarto completamente destrozado, desaparecer del parque, ropas rotas y sucias… Aunque la alerta saltaba cuando sucedían cosas como los recurrentes olvidos por parte de sus padres.
Y digo olvidos, porque no sabría clasificar esos comportamientos tan erráticos de otro modo.

Cosas como no recoger al pequeño en el colegio, asegurando a la policía que sí lo habían hecho. O al contrario, se irse a trabajar tranquilamente y dejar al pequeño en casa y luego afirmar que le habían dejado en el centro. Frecuentes marcas de agarres en sus brazos, arañazos en sitios inexplicables…

Muchas veces me preguntaba si las mentiras eran un rasgo de esta familia. La preocupación venía al revisar las cámaras de seguridad, en donde podíamos comprobar que realmente los padres sí habían estado en el colegio. Todos se comportaban de manera demasiado extraña.
A veces pensaba que Carlos hacía todo esto para ocultar los celos por su hermano pequeño, he llegado a creer que su situación podía ser debida al intentar encubrir las mentiras de sus padres. Aunque, cuando le escuchaba hablar con tanta convicción sobre cosas como que su hermano tenía una fuerza increíble o que bebía su sangre, me convencía de sufrir algún trastorno psiquiátrico.
Ante la gravedad de los últimos sucesos me tuve que hacer cargo de Carlos en el piso de acogida ya que, de manera preventiva, habían retirado la custodia a los padres.

Carlos había aparecido en el colegio él solo con su pequeña cara llena de golpes y rasguños. Aterrado, aseguraba que su hermano, le había dado la terrible paliza durante la noche. Los golpes eran tan violentos y los arañazos tan profundos que fue muy difícil creer que él mismo se lo hubiese hecho y sus padres fueron incapaces de explicar qué había sucedido. Incluso aseguraron haber dejado al niño sano aquella mañana.

Se estaba perdiendo a ese niño, la próxima vez podía intentar matarse o podían intentar matarlo. Necesitaba que contase la verdad de una vez por todas.
Decidí que su primer día lejos de sus padres fuese algo positivo. Compré unas entradas de cine, le llevé a ver una película y pasé toda la tarde con él, incluso compré un antifaz para jugar a superhéroes durante un buen rato.

Me sorprendió darme cuenta que, a pesar de muchas cosas por las que está pasando, Carlos es un niño muy dulce, cariñoso Y su buen comportamiento. No quiso que le dejase solo ni un sólo momento y durante toda la película no soltó mi mano.

Al llegar la noche fui consciente de que él no era más que un niño asustado. Le acosté en su cama e intenté que se sintiese protegido. Encendí una luz, abrí los armarios y le aseguré que no había monstruos, aunque no me creyó.
Cuando quise mirar bajo la cama, no me dejó. Se echó a llorar aterrorizado ante el miedo de que su hermano pudiese estar allí escondido.

—Tu hermano está con tus padres, Carlos. Ahí no hay nadie, miraremos juntos—le dije para tranquilizarlo.

Ambos nos arrodillamos y miramos bajo la cama. Allí, un niño exactamente igual a Carlos nos sonreía de manera muy siniestra mientras se arrastraba hacia nosotros.

—¿Lo ves tu también?—Preguntó con miedo

Eso fue lo último que escuché.

 

4 comentarios en “El mentiroso

  1. davidrubios dijo:

    Menudo final, Ebea. Esa escena es potente, y ensalza un relato por lo demás trepidante. La narración es muy rápida pese a iniciarse con esa explicación introductoria. Quizá un diálogo no vendría mal para escuchar a ese niño, no tan mentiroso, y dar cierta pausa para que el suspense se asiente. Muy buen ejercicio en 750 palabras. Saludos!

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    • EBea dijo:

      ¡Gracias! he de decir que me costó horrores el reto de este més, ¡tuve hasta 6 o 7 borradores diferentes antes de decidirme por éste! y lo cierto es que no estaba del todo convencida, apunto tus ideas para mejorarlo.

      ¡¡¡Un saludo!!!

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